El fútbol mundial llora a Juan Izquierdo. El defensor de Nacional de Montevideomurió a los 27 años tras sufrir un paro cardíaco en el epílogo del choque entre su equipo y San Pablo en Brasil, por la vuelta de la Copa Libertadores. No hubo golpe o aviso previo: dio dos pasos oscilantes hacia atrás y cayó desplomado. Su compañero Diego Polenta llegó a atajarlo antes de que tocara el césped. El personal médico lo atendió de inmediato, la ambulancia lo trasladó a toda velocidad al hospital Albert Einstein. Sin embargo, su cuadro empeoró durante la internación, que duró cinco días. El último parte médico habló de un ”cuadro neurológico crítico”. Su familia, empezando por su esposa Selena y sus dos hijas (una de dos años y otra nacida hace apenas 11 días), y la dirigencia del club, lo acompañaron hasta el desenlace fatal.
El zaguero dejó un legado en el deporte por su compromiso, su humildad, y la huella que dejó en sus compañeros, entre ellos, Luis Suárez, con quien jugó en el Bolso y desde Miami lo despidió con angustia: “Dolor, tristeza, difícil de explicar. Que en paz descanses y mucha fuerza para tu familia y amigos”. Izquierdo nació el 4 de julio de 1997 en Montevideo, en el humilde barrio de Nuevo París. Desde pequeño, mostró una pasión desmedida por el fútbol, jugando interminables partidos en las calles y en el club de baby fútbol San Francisco de Asís. Allí, el joven Izquierdo dio sus primeros pasos en el deporte que terminaría definiendo su vida. Sin grandes gustos, pero con una familia unida que lo apoyaba en cada momento, Izquierdo creció en un entorno que le enseñó el valor del trabajo duro y la perseverancia.
“Mi infancia fue jugando a la pelota todo el día, sin celular; no teníamos la posibilidad de tener esos lujos. Nunca me faltó nada. Mi padre siempre tuvo trabajo y mi madre se encargó de criarnos. Nunca anduve con zapatos rotos, pero tampoco tenía lujos”, supo describir en una entrevista con El País.
A los 16 años, Juan ingresó a las divisiones formativas de Liverpool, donde coincidió con talentos como Nicolás De La Cruz -Flamengo- y Juan Ignacio Ramírez -Newell’s-. A pesar de las dificultades que enfrentó, incluyendo un breve retiro en el que trabajó junto a su padre, Izquierdo no se dio por vencido y retomó su carrera futbolística. En aquella pausa, que se dio a raíz de quedar relegado al banco en las divisiones formativas de la mencionada entidad, Juan asumió el oficio de peón de albañil. Aquellos días en la construcción no solo fortalecieron su cuerpo, sino también su espíritu. “Era más que nada para hacerle compañía y hablar de la vida. Esos pequeños gestos me dejaron una enseñanza que le quiero inculcar a mis hijas”, contaba con orgullo. Mientras revestían baños o limpiaban obras, compartían conversaciones que profundizaron el vínculo entre padre e hijo, y que más tarde le servirían como base para transmitir en su familia.
Regresó al deporte más maduro y con un nuevo enfoque. En Cerro debutó en Primera División en 2018: disputó 32 partidos y marcó su primer gol como profesional, lo que lo catapultó a uno de los clubes más grandes de Uruguay, Peñarol, en 2019. Sin embargo, su paso por el Carbonero no fue lo que esperaba. Con apenas cinco partidos jugados y sin títulos en su haber, Izquierdo buscó nuevos horizontes en Montevideo Wanderers. Allí, bajo la dirección de Mauricio Larriera y luego Daniel Carreño, volvió a demostrar su valía como defensor central. Su desempeño lo llevó a probar suerte en el extranjero con Atlético San Luis de México, aunque esta aventura duró poco y regresó a Wanderers a finales de 2021.