Durante el primer día del año, Japón experimentó un fuerte terremoto de 7,6 grados, de Ishikawa, golpeando especialmente a la ciudad de Wajima, donde se derrumbaron varias casas y el Gobierno dijo que al menos había seis personas atrapadas bajo los escombros.
De inmediato se activaron las alarmas y llovieron comunicados de autoridades locales pidiendo a vecinos de zonas costeras que abandonaran sus casas y se buscaran refugio en terrenos elevados por miedo a la llegada de gigantescas olas mortales.
Tras el potente sismo, seguidamente golpearon varias réplicas que dispararon las alertas de tsunami en parte del archipiélago.