Del abrazo con Lula al reproche a Maduro: los matices de Mujica en la política regional

Mucho más que el presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, José “Pepe” Mujica, quienfalleció este 13 de mayo a los 89 años, fue una figura emblemática de la izquierda regional, un referente ético global y un símbolo viviente de coherencia, austeridad y compromiso con la justicia social. Su legado trasciende las fronteras del Uruguay y se inscribe en la memoria colectiva del continente.

Ex guerrillero tupamaro, prisionero durante 13 años en condiciones extremas durante la dictadura militar uruguaya, Mujica se convirtió en un dirigente político capaz de dialogar con todos los sectores.

Su estilo directo, su modo de vida austero y su capacidad de hablar sin eufemismos le valieron el respeto de aliados y adversarios. Rechazó los lujos del poder, vivió en su modesta chacra, donó gran parte de su salario como presidente y eligió siempre el hospital público para atender su salud.

Incluso durante su última enfermedad, cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, le ofreció tratamiento médico en ese país, prefirió continuar su atención en Uruguay.

Uno de los vínculos políticos más sólidos y afectivos que cultivó fue con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos compartieron una visión progresista del continente, centrada en la justicia social, la redistribución de la riqueza y la integración regional.

En diciembre de 2024, Lula lo condecoró con el Gran Collar de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul, la máxima distinción que otorga Brasil. “Es la persona más extraordinaria que he conocido”, dijo entonces el mandatario brasileño.

En contraste, su relación con los presidentes argentinos fue más compleja y matizada. Valoró el liderazgo de Néstor Kirchner, con quien coincidió en varios foros internacionales. Pero con Cristina Fernández de Kirchner mantuvo tensiones, especialmente durante el prolongado conflicto bilateral por la instalación de la planta de celulosa Botnia, ubicada sobre el río Uruguay.