Represión transnacional: el alcance global del control de China sobre su diáspora

Mientras las banderas de China y Francia ondeaban al viento, Xi Jinping y su esposa, Peng Liyuan, descendían de su avión oficial bajo un cielo lluvioso de París en mayo de 2024. La primera pareja de China, en el inicio de una gira para fortalecer lazos con Europa, fue recibida calurosamente por multitudes de compatriotas chinos que ondeaban banderas rojas y grupos de danza tradicional. Pero mientras la escena en la capital francesa parecía un acto de celebración, al otro lado de la ciudad, un activista chino se enfrentaba a una difícil decisión. Jiang Shengda, líder del grupo Le Front de la Liberté en Chine, se encontraba bajo una presión inmensa. Su madre, a más de 8.000 kilómetros de distancia en Beijing, lo llamaba repetidamente, y él sabía que el contenido de esas llamadas podría poner en riesgo a su familia.

El caso de Jiang es solo un ejemplo de cómo el gobierno de Xi Jinping ha intensificado la represión transnacional, un fenómeno que busca silenciar y controlar a la diáspora china a nivel mundial con tácticas sofisticadas que van desde la vigilancia electrónica hasta la coacción de familiares en China, y cómo las democracias occidentales parecen estar desbordadas ante esta creciente amenaza.

El auge de la represión transnacional

La represión transnacional es una estrategia empleada por el Partido Comunista Chino (PCC) para presionar a sus disidentes fuera de sus fronteras, y ha crecido exponencialmente bajo la presidencia de Xi Jinping. Desde su ascenso al poder en 2012, China ha expandido su control sobre sus ciudadanos en el extranjero, utilizando tácticas de intimidaciónamenazas acoso. Esta campaña busca silenciar a aquellos que critican al régimen, especialmente a los miembros de minorías étnicas o religiosas, como los uigurtibetanos hongkoneses, así como a los defensores de los derechos humanos.

Según la investigación llevada a cabo por Scilla Alecci para el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), más de 100 activistas, disidentes y sus familias en 23 países han sido objeto de acoso por parte de las autoridades chinas en los últimos años. Esta represión no solo ocurre dentro de China, sino que se extiende globalmente, convirtiéndose en una red de control que afecta a miles de personas fuera del país.

Jiang Shengda, artista y activista de 31 años, fue uno de los cientos de disidentes que se vieron obligados a abandonar China debido a su activismo en favor de los derechos humanos. Desde su llegada a Francia en 2018, Jiang se ha convertido en una figura prominente en la lucha contra el autoritarismo del régimen chino. No obstante, mientras lideraba protestas y organizaba performances artísticas en París, su vida se complicaba por las amenazas constantes hacia su familia en Beijing.

Durante una de sus manifestaciones, en la víspera de la visita de Xi Jinping a París en mayo de 2024, Jiang enfrentó una disyuntiva difícil: atender las llamadas de su madre, que, según él, eran forzadas por las autoridades chinas, o continuar con su activismo. Decidió seguir adelante con su discurso en la Plaza de la República, donde denunció el acoso y las amenazas como parte de la represión transnacional del régimen de Xi. “Estas amenazas son parte de la represión transnacional… una extensión de la tiranía de [China]”, expresó Jiang a los manifestantes, mientras su teléfono seguía recibiendo llamadas urgentes de sus padres en China.

El testimonio de Jiang resalta una característica central de la represión transnacional: la intimidación no solo se dirige a los disidentes en el extranjero, sino que también afecta a sus seres queridos en China, quienes sufren interrogatorios, amenazas y, en muchos casos, son obligados a pedir a sus familiares que abandonen sus actividades políticas.