Una vez decretado el aislamiento en Argentina el 20 de marzo, los trabajadores del sector alimentario, del primer al último eslabón de la cadena, fueron considerados esenciales, contribuyendo a evitar el desabastecimiento, uno de los más temidos dilemas en tiempos de crisis. Para que cada consumidor argentino pudiera llevar productos frescos y saludables a sus hogares, miles de trabajadores y trabajadoras continuaron con su labor arriesgando su salud.
Ante esta realidad, la Organización Internacional del Trabajo lanzo Hay Mañana, una campaña de concientización pública que contó con el apoyo y la participación de la Organización para la Alimentación y la Agricultura, otra entidad de la ONU, el Ministerio de Agricultura, el INTA, el Senasa y el Mercado Central de Buenos Aires.
En un escenario de pandemia, garantizar las normas, principios y derechos fundamentales del trabajo es crucial para mejorar las condiciones sociales y económicas.
La iniciativa buscó promover condiciones de salud, seguridad y trabajo decente entre quienes realizaron esta actividad durante el confinamiento por el Covid-19 en el predio del Mercado Central de Buenos Aires, que recibe cerca de 700 camiones cargados con frutas y verduras diariamente.
Ese volumen equivale a más de 106.000 toneladas de alimentos mensuales que se distribuyen y comercializan en 900 puntos de ventas, ubicados a lo largo de 18 pabellones, gracias al esfuerzo de las 10.000 personas que interactúan allí: transportistas, operadores, consignatarios, comerciantes mayoristas y minoristas, productores, empresas agroindustriales, trabajadores asalariados y trabajadores de la economía popular.
Hay Mañana, una campaña adaptada a los tiempos del Covid-19
Previo a la pandemia ambas agencias ya consideraban presentar en conjunto una campaña enfocada en la necesidad de promover el trabajo decente en el sector de la producción alimenticia y finalmente la idea se pudo concretar en el momento más atinado.
Hay Mañana hace referencia directa al momento del día en que el mercado se encuentra más activo, y a su vez convoca a la esperanza, a un horizonte deseado y al sentido de la responsabilidad por construir un futuro con trabajo decente.
Los mensajes comenzaron a circular el 21 de septiembre y se prolongaron hasta el 1° de noviembre, se difundieron a través de redes sociales, cartelería dentro del Mercado Central y también en la radio FM que funciona en el predio. La campaña estuvo destinada no solo a los actores del mercado sino también a los consumidores.
Durante las primeras dos semanas, logró devolver el protagonismo a la propia comunidad de trabajo, con mensajes que resaltaron la labor realizada desde el brote de la COVID-19 y su adaptación al nuevo contexto, sin dejar de abastecer alimentos ni descuidar las medidas y protocolos de calidad, salud y seguridad. La etapa siguiente puso énfasis en conceptos asociados con el trabajo decente, la seguridad alimentaria y los derechos fundamentales del trabajo, con una particular atención en la erradicación del trabajo infantil y la transición hacia la economía informal.
En el tramo final se propuso visibilizar el trabajo de todas las personas vinculadas en la producción y distribución de alimentos, con foco en los hombres y las mujeres que lo protagonizan, destacando sus conocimientos, capacidades y experiencias.
Si bien aún no se han sistematizado las mediciones del impacto final de la campaña, distintos actores que conforman el sector de producción y venta de alimentos en el lugar han manifestado su gratitud por valorizar su desempeño diario que es tan imprescindible.