Kamala Harris y Donald Trump juegan sus últimos recursos políticos y económicos de la campaña electoral en Pensilvania, un distrito clave para triunfar en los comicios presidenciales. Sin los 19 electores de Pensilvania, será muy difícil a cualquier candidato recuperar terreno en una elecciones que están parejas como nunca en la historia de los Estados Unidos.
Harris hará actos de campaña en Scranton, Allentown, Pittsburgh y Filadelfia, mientras que Trump visitará Reading y Pittsburgh, como su competidora demócrata. En 2016, Trump venció a Hillary Clinton por menos de un punto (0,7 por ciento), y en 2020 fue derrotado por Joe Biden con la mínima diferencia (1,2 por ciento).
Además de los actos masivos y los festivales musicales, Harris y Trump decidieron gastar más 30 millones de dólares en publicidad para reforzar sus discursos. Esos avisos corren en los medios tradicionales y en las redes sociales. La candidata demócrata hace hincapié en su programa económico, en tanto que el ex presidente republicano describe una catástrofe para Estados Unidos si es derrotado mañana en los comicios.
La elección se define en siete estados: Pensilvania (19 electores), Georgia (16), Carolina del Norte (16), Michigan (15), Arizona (11), Wisconsin (10) y Nevada (6), frente a la paridad que exhibe la campaña entre Harris y Trump.
Pero Pensilvania, como ningún otro distrito bisagra, muestra la confrontación que divide a Estados Unidos en los comicios presidenciales de este año. La fractura atraviesa poblados, etnias y pertenencias sociales.
Por ejemplo: en Lehigh Valley hay votantes de origen portorriqueño que elegirán a Trump pese al acto del Madison Square Garden, adónde un humorista republicano descalificó a su tierra natal. Y a cien kilómetros de Lehigh, votantes afroamericanos en Filadelfia hacen campaña a favor de Harris, que promete defender sus derechos en el Salón Oval.