
A medida que Venezuela fue enredándose en los tentáculos del chavismo y enterrándose en una decadencia que pareciera no tener fin, el Cartel de los Soles fue creciendo en infraestructura, influencia territorial e internacional. Lo que a esta altura no resulta paradójico es que el poder tanto del régimen como del grupo narcoterrorista se centra en una sola persona: Nicolás Maduro.
Si bien nació hacia 1993, el cartel se convirtió en una multinacional del narco con el ascenso y consolidación de Hugo Chávez y Maduro en Miraflores
Con la llegada de Chávez al Ejecutivo, el grupo sistematizó el uso de infraestructura estatal y militar venezolana -aeropuertos, puertos marítimos y vehículos oficiales- para movilizar cocaína hacia el Caribe, América Central, África, Medio Oriente y Europa.
En las últimas dos décadas su crecimiento fue progresivo y constante, y cuando el régimen venezolano supo que además de recibir sobornos por hacer la vista gorda podía ser socio activo y mayoritario, se involucró de lleno, de acuerdo a una investigación de la ONG InsightCrime. Fue así que durante el chavismo, ese mismo esqueleto militar le permitió reforzar sus vínculos con otras organizaciones criminales de América Latina, como las FARC y el ELN, en Colombia, o el Cartel de Sinaloa, en México.
Esa estructura, con el correr de los años -regada por Chávez primero y Maduro después- fue creciendo de forma desmedida. En ella se vieron involucrados los generales del Alto Mando Militar dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) -con Vladimir Padrino López a la cabeza-, el propio Maduro, Diosdado Cabello, Cilia Flores y los ‘narcosobrinos’, las agencias de inteligencia chavistas, jueces y empresarios del poder.