Iga Swiatek ganó las finales de la WTA y recuperó el número uno del mundo

Para Iga Swiatek la final ante Jessica Pegula era una prueba irreversible; una forma imborrable de confirmar su dominio en el circuito; de demostrar su superioridad, su fuerza de voluntad y su resiliencia. El 4 de septiembre de este año perdió en octavos de final del US Open ante Jelena Ostapenko y entregó el número 1 del mundo a Aryna Sabalenka; entregó la corona resignada y malhumorada.

Pero ni siquiera eso logró quebrar su ceño fruncido ni sus deseos ladinos de victoria. Esta final frente a Jessica Pegula era para la polaca la oportunidad de ser “Maestra” y de recuperar la cima del escalafón, de arrebatárselo de forma déspota a Sabalenka, ausente de forma resignada y obligada en la definición del torneo.

Iga y Jessica ya se habían enfrentado en una final este año, en Doha, y Swiatek había salido victoriosa con su inapelable actitud de campeona nata y su serenidad envidiable. Se habían enfrentado ocho veces hasta el momento y la polaca llevaba ventaja de cinco victorias a tres, aunque el último partido entre ambas se lo hubiese llevado la estadounidense en las semifinales de Montreal. Jessica dejó a un lado su racha de nueve partidos consecutivos sin perder, mientras que Swiatek estiró a 11 su racha victoriosa.

El clima fue clemente y le concedió una breve tregua al torneo. Pegula entró a la cancha con cara glacial, con los ojos sedientos de victoria y las manos caídas. Y como una réplica exacta, Iga Swiatek, entró a su lado, con el semblante relajado y pasos firmes y cortos. Ambas jugadoras llegaron a la final sin perder ni un solo set, y ambas ganándole a la número 1 del mundo actual en el camino.

Ahora Swiatek agrega el título de “Maestra” a su hoja de vida. Que reposará eternamente junto a sus cuatro Grand Slams, seis WTA 1000, cinco WTA 500 y un WTA 250. Será el segundo año consecutivo terminando como número 1 del escalafón mundial. Y todo esto con tan solo 22 años.

Ante las lágrimas contenidas de Jessica Pegula, los aplausos sinceros del público en Cancún y ante el trofeo inmaculado que ganó sin apenas intimidarse. “Gracias a todos por venir, han hecho que este torneo sea muy especial, gracias por todas las banderas polacas” afirmó, en el centro de la cancha, sin la merecida victoria pesándole en la espalda, y con los mariachis tocando al fondo.