Resumen del año 2020: la pandemia de COVID-19 que cerró el mundo

A principios de año, un nuevo coronavirus empezó a propagarse desde Asia al resto del mundo. En marzo, se convirtió en una pandemia que, en apenas unas semanas, nos reveló no solo nuestra fragilidad física sino también la de nuestros sistemas sociales y económicos.

Intentar abarcar todos los aspectos en los que el COVID-19 ha marcado nuestra vida cotidiana es una tarea casi imposible de abarcar, por ese motivo en Noticias ONU hemos querido centrarnos solo en seis a la hora de resumir el año:

•La desigualdad
•La educación
•La migración
•La economía

La lucha científica contra el coronavirus


Pese a todo lo que ha tocado el COVID-19 hay algo que continúa su curso con independencia del virus: el cambio climático, por lo que también incluimos en este resumen las noticias más destacadas de este año sobre el calentamiento global que continúa su curso, aunque aún estamos a tiempo de revertirlo y evitar que sea inexorable.

Pobreza

La pandemia ha hecho retroceder los esfuerzos para crear sociedades más equitativas. La desigualdad entre ricos y pobres empeoró durante la crisis del COVID-19 y aumentó la pobreza, por primera vez en décadas.

El mundo de 2020 se caracteriza por una enorme desigualdad, con la mitad de la riqueza mundial “concentrada en un grupo de personas que podría caber alrededor de una mesa de conferencias”, según palabras del líder de la ONU, António Guterres, quien prevé que para 2030 habrá todavía unos 500 millones de personas en la pobreza extrema.

En los últimos doce meses, el COVID-19 ha profundizado esas desigualdades, una realidad que destaca la agencia de la ONU encargada de los asuntos laborales, la Organización Internacional del Trabajo, que afirma que 2000 millones de trabajadores del sector informal son especialmente vulnerables.

A lo largo del año, la Organización Internacional del Trabajo publicó una serie de proyecciones que alertaban de que millones de personas perderían su trabajo o quedarían subempleadas.

“Esto ya no es sólo una crisis de salud mundial, también es una crisis mayúscula económica y del mercado laboral que tiene un gran impacto en las personas”, dijo el director general de la OIT, Guy Ryder. El organismo entonces emitió recomendaciones para mitigar el daño a los medios de vida, como la protección de los empleados en el lugar de trabajo, programas de estímulo económico y laboral y apoyo a los ingresos y al empleo.

En abril, la magnitud del sufrimiento mundial quedó patente en un informe de la ONU que mostró que la pobreza y el hambre estaban empeorando y que los países ya afectados por crisis alimentarias eran muy vulnerables a la pandemia. “Debemos mantener en funcionamiento las cadenas de suministro de alimentos para que las personas tengan acceso a la comida que les permita vivir”, señaló el estudio, que también enfatizó la urgencia de continuar la entrega de asistencia humanitaria “para que las personas en crisis estén alimentadas y vivas”.

Para hacer frente a las restricciones de circulación impuestas por el COVID-19, las sociedades encontraron formas innovadoras de alimentar a los más pobres y vulnerables, valiéndose lo mismo de transporte público, que de formas tradicionales de entrega a domicilio y de mercados móviles.

Esto habla de cómo las ciudades de América Latina se han unido para apoyar a sus poblaciones y, además, refleja las advertencias de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) del alto riesgo para la salud de muchos habitantes de los centros urbanos durante la pandemia, especialmente de los 1200 millones que viven en favelas y otros asentamientos informales.

Las mujeres llevan la carga más pesada

“Las mujeres son las más afectadas por la crisis del COVID-19, ya que tienen más probabilidades de perder su fuente de ingresos y menos probabilidades de estar cubiertas por medidas de protección social”, aseveró Achim Steiner, titular del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), quien explicó el efecto de la pandemia en las mujeres y subrayó los datos divulgados en septiembre.

Esos números revelaron que la tasa de pobreza entre las mujeres aumentó más de un 9%, lo que equivale a unos 47 millones de mujeres. El dato representa un retroceso de décadas de avance hacia la erradicación de la pobreza extrema.

Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, apuntó que el aumento de la pobreza extrema de las mujeres es una “acusación grave de fallas profundas” en la estructura social y económica.

Uno de cada seis niños sufre pobreza

El progreso hacia la reducción de la pobreza infantil también sufrió un revés este año. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y el Banco Mundial informaron en octubre que unos 365 millones de niños vivían en la pobreza antes de que comenzara la pandemia y estimaron que esas cifras se incrementarían considerablemente como resultado de la crisis.

La pobreza extrema priva a cientos de millones de niños de la oportunidad de alcanzar su potencial en términos de desarrollo físico y cognitivo y amenaza su capacidad para conseguir buenos trabajos en la edad adulta.

La educación en crisis

Este año se ha interrumpido la educación de millones de niños en todo el mundo. Las escuelas se esfuerzan por hacer frente a los repetidos cierres y reaperturas de actividades, y por transitar, si esto es posible, a la educación en línea. Los niños pobres también han sido los más afectados por las medidas de emergencia.

El cierre de escuelas como resultado de contingencias sanitarias y otras crisis no es nuevo, al menos no en el mundo en desarrollo, y sus consecuencias devastadoras son bien conocidas: pérdida de aprendizaje y mayores tasas de abandono escolar, aumento de la violencia contra los niños, embarazos adolescentes y matrimonios infantiles.

Lo que distingue a la pandemia de COVID-19 de las demás crisis es que ha afectado a los niños en todos los rincones del mundo al mismo tiempo.

Los niños más pobres y vulnerables son los más perjudicados cuando las escuelas cierran, por eso, a medida que los países comenzaron a implementar medidas de cierre, la ONU se apresuró a defender la continuidad del aprendizaje y la apertura segura de las escuelas, cuando fuera posible.

“Desafortunadamente, la escala global y la velocidad de la interrupción educativa actual no tiene precedentes y, si se prolonga, podría amenazar el derecho a la educación”, advirtió en marzo Audrey Azoulay, directora de la agencia de educación de la ONU, la UNESCO.

La difícil situación de los refugiados y migrantes

Noticias ONU estuve pendiente de los nuevos desafíos que enfrentaron los refugiados y migrantes durante 2020 en todo el mundo, que van desde un mayor riesgo de contraer el coronavirus en campamentos abarrotados, hasta quedar varados debido a las restricciones de viaje y convertirse en el objetivo de bandas criminales.

En abril, expertos en derechos humanos hicieron sonar la alarma sobre el destino de los refugiados, migrantes y otras personas desplazadas durante la pandemia, advirtiendo que los campamentos y otras instalaciones con alta densidad de población podrían detonar infecciones masivas de COVID-19.

La Organización Mundial para las Migraciones señaló que las medidas que se tomaban para controlar el coronavirus estaban afectando a los migrantes de todo el mundo.

“Son seres humanos, son vecinos, son familias, son personas que nuestros hijos conocen de la escuela. Se ven afectados de la misma manera en que todos nos vemos afectados por esta emergencia de salud pública. Y creemos que el mensaje más importante es tratar a las personas con dignidad y recordar que el pleno respeto por sus derechos humanos no cambia bajo estas circunstancias”, dijo a Noticias ONU, el portavoz de la Organización, Joel Millman.

Sin trabajo ni dinero y con el transporte público cerrado, cientos de miles de migrantes se vieron obligados a caminar centenares de kilómetros de regreso a sus lugares de origen y algunos murieron en el intento. Su situación desesperada llevó a Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y al responsable de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, a pedir a las autoridades que respetaran la seguridad y los derechos de los migrantes al aplicar medidas de bloqueo.

El colapso económico

Con millones de personas obligadas a trabajar desde su casa, con las oficinas y tiendas cerradas como parte de las medidas de contención, y con los viajes restringidos en todas partes, fue inevitable que la economía sufriera.

Incluso antes de que el coronavirus se declarara oficialmente una pandemia, era claro que los cierres, las prohibiciones de viaje y otras restricciones de movimiento serían graves.

Ya en los primeros días de marzo, la conferencia de la ONU sobre comercio pronosticó que la economía mundial entraría en recesión. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se mostraron dispuestos a ayudar a los países y preparar una inyección multimillonaria para que los fondos globales respaldados por la ONU estuvieran a disposición de los mercados emergentes y de renta baja.

Pese a esta asistencia, las perspectivas fueron sombrías, sobre todo para los 6000 millones de personas que viven en los países en desarrollo, y la Conferencia sobre Comercio de la ONU alertó de un “tsunami financiero inminente”.

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