En primera persona: Los sueños sencillos de los sirios tras el terremoto

Los sirios, cuyas vidas se ha visto trastornadas por una guerra civil de 12 años y un catastrófico sismo, tan solo buscan regresar a casa y reconstruir sus vidas en su pueblo natal.

Shirin Yaseen, de la Oficina del Portavoz del Secretario General de la ONU, vistió el noreste de Siria como parte de una misión interinstitucional para evaluar la situación del país. 

“El día que visitamos Jindairis en el norte de Siria, una de las zonas más afectadas por el terremoto el pasado febrero, las condiciones climáticas eran muy malas. Una clínica médica móvil instalada en una carpa fue arrancada del suelo por los fuertes vientos, dispersando suministros e instrumental médico.

Los sueños de los sirios en este campamento son simples: una mujer me ha dicho que necesita gafas; otra, que necesita zapatos en buenas condiciones para poder caminar por las calles sin pavimentar del campo. Una niña, Ahlam, me dijo que lo único que ella quería era volver a la escuela. Y una madre preguntó por una silla de ruedas para su hija de 20 años.

Unas niñas juegan en un centro de acogida para desplazados en Jindairis, provincia de Alepo.

La temblorosa experiencia del terremoto

En otro campamento, en Idleb, llamado Kammonah, conocí a Yazi Khaled Al-Abdullah cuyo sufrimiento se ve reflejado en la experiencia de cientos de miles de personas que se quedaron sin hogar a causa del terremoto.

Me contó que a las cuatro en punto de la mañana sintió temblores pero no sabía lo que estaba pasando. Sus hijos le dijeron que no tuviera miedo y cuando todos evacuaron la casa, ésta se colapsó. Llovía y temblaban de frío, pero no sabían que hacer ni a hacia donde ir.

Llegaron al campamento de Kammonah y fueron instruidos en cómo registrarse en un refugio. Un mes después del terremoto siguen viviendo en tiendas de campaña con otras dos familias.

Yazi Khaled Al-Abdullah me comentó que le encanta cocinar pero que no tiene cazuelas ni estufa de gas. A veces le dan comida preparada, normalmente arroz, pero ella tiene diabetes, así que no recibe la nutrición que necesita.

Ella y su familia están desesperados por regresar a casa, aunque eso signifique llevar una vida más básica. Usó una expresión árabe que dice que, incluso si solo tienen tierra para comer, quieren volver a su pueblo natal.

Su familia abandono Sinjar hace ocho años debido a la guerra en Siria y pasaban temporadas aquí y allá. Me contó que su hijo y su esposo estaban trabajando en su campo y cuidando ovejas cuando murieron en un ataque aéreo. En sus palabras, se han convertido en mártires.

También conocí a Mazyad Abdul Majeed Al-Zayed, quien dirige el campamento de Ajnadayn, en Jindairis, y quien es también víctima del terremoto.

Explicó las difíciles condiciones en que los residentes del campamento viven, debido a una escasez de todo, incluyendo las tiendas de campaña. En el área funcionan como clínicas móviles, pero carecen de medicamento y las tienen solo esporádicamente.

Yazi Khaled Al-Abdullah ha estado viviendo en una tienda de campaña tras el terremoto.

Condiciones miserables

Comentó que el campamento es miserable y que no traería a su familia aquí porque no soportaría verlos vivir en dichas condiciones.

Más tarde visité las tiendas instaladas frente al Hospital Especializado Al-Rafa, en Jindairis, que albergaban clínicas móviles, entre ellas una para niños y otra para mujeres.

En estas clínicas, que se establecieron varios días después del terremoto, reciben diariamente a pacientes y visitantes.

El hospital está rodeado de edificios destruidos, y el personal médico vive y trabaja en las mismas condiciones que las personas a las que atiende

El sistema médico de esta parte de Siria estaba sobrecargado incluso antes del terremoto, y ahora el personal médico está agotado y los equipos casi completamente rotos.

Innumerables personas afectadas por el terremoto han buscado refugio en esta área del norestes de Siria. Muchos lo hicieron para escapar de la guerra que ha transcurrido en el país desde hace 12 años.

Una mujer con la que hablé, menciona que no tenía ni idea de lo que le depararía el futuro después de huir hace cinco años de Saraqib a Afrin, que fue bombardeada, y luego a Jindaris.

Conocí y platiqué con muchas personas, incluyendo niños sin acompañantes quienes han sido separados de sus padres, cuyas vidas han sido trastocadas por la guerra y el terremoto.

Pero también conocí a personas que tenían esperanza y optimismo para un futuro mejor. Conocí a trabajadores humanitarios diligentes y solidarios que colaboran con Naciones Unidas y que intentan cada día mejorar la vida de los afectados.

Mientras tanto, la ONU ha lanzado un llamado humanitario de 400 millones de dólares y sigue trabajando con sus socios para garantizar que los suministros de socorro lleguen a las personas más vulnerables.

La ONU lanzó un llamamiento humanitario de 400 millones de dólares para ayudar a las familias desplazadas.

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